Hemos decidido que íbamos a subir al tozal de Guara por la tarde, dormiríamos en el Raso de los Hongos, plantando dos tiendas de campaña, y en cuanto fueran las cinco de la mañana, con las mochilas a las espaldas y linternas en la frente, empezaríamos la ascensión para rendir homenaje a nuestro gigante muerto; por si alguien no conoce su leyenda copio y pego de internet:
La subida transcurre sin sorpresas, siempre bajo el umbral de Guara; sin embargo al poco de plantar las tiendas, y ya totalmente oscuro, Guara nos sorprende por primera vez, en el punto donde se unen los caminos de las vertientes norte y sur, se abre ante nosotros la vista de la Tierra Plana, como un mar oscuro, con pequeñas manchas grises de niebla, y del que flotan pequeñas velas que iluminaban la hoya, al este como no, un mayor grupo de luces, una vista impresionante.
A las cinco ya despiertos, de nuevo con las linternas frontales, comenzamos de nuevo la marcha, para llegar hasta arriba. Así que poco a poco, vamos llegando, justo en el momento en que comienza a amanecer; le saludamos a Guara, y después de almorzar y de volver a dormir, ahora en la cima, nos despedimos de él hasta el próximo año, pero no sin antes haber sacado alguna foto. Las lluvias del día anterior hicieron que el día se levantase algo nublado, pero en fin, las fotos hablan por sí solas.
Después de una división en la que Yube y RJ decidieron que iban a continuar su vuelta por Cubilas y el Cabezo de Guara, otros decidimos bajar a Nocito. Allí abajo, fuimos al Guatizalema, que nos hacía bastante falta, y donde nos esperaban algunos amigos, entre ellos Varislav. Luego, por la noche, y ahora si, despedimos el verano como se merecía: a base de brebajes y demás bebidas de estas que suelen consumir los jóvenes. Nos despedimos de Guara y del verano, hasta el año que viene.
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